jueves, 31 de diciembre de 2009

Bajo tierra (en todo sentido)

Es una batalla dura, durísima. Seguramente una de las más duras que presencié en mi vida. Son multitudes que luchan cuerpo a cuerpo, que dejan su vida por salir airosos de esa atroz cruzada. Lo más llamativo es que esta contienda no entiende de género ni de edades. Hombres, mujeres, ancianos y niños a montones son partícipes, protagonistas, complices y víctimas de las peores salvajadas que puede hacer un ser humano.
La temperatura tampoco ayuda. El calor es extremo y la transpiración entremezclada de la gente sólo ayuda a hacer aún más espectacular el escenario. Es precisamente la temperatura la que exalta todavía más a los protagonistas, que con el único fin de conseguir su objetivo se olvidan de los buenos modales, del respeto y la tolerancia, dando rienda suelta a una vorágine sin control.
Sin esperarlo, casi de sorpresa, hace poco me encontré siendo protagonista de esta batalla. Pronto, comprendí el porqué de tanta crueldad. Es el propio desprecio que te hace sentir el enemigo el que hace sacar lo peor de vos.
Luego de insultos, empujones, golpes, improperios y maldades por demás, pude escaparme de la misma. Al salir por la puerta, la bocanada de aire fresco me hizo sentir que lo había conseguido. Luego de tanto, había podido por fin salir de la brutal disputa. Me sentí pleno, renovado. Había podido salir del subte en la estación deseada.

jueves, 17 de diciembre de 2009

Llegar...

El hombre basa su existencia en plantearse objetivos. A largo, mediano o corto plazo, cada uno se pasa la vida persiguiendo una o más metas, como si alcanzarlas fuera sinónimo de felicidad plena. Hay quienes llegan a cumplirlas, hay quienes no, hay quienes creen que las cumplen y hay quienes no se dan cuenta que lo lograron.
La vida me encuentra actualmente en uno de esos momentos. Puede decirse que acabo de lograr el objetivo que vengo persiguiendo hace, fácil, 5 años (antes no era ni consciente de lo que quería para mi vida).
Lo cierto es que, a escasas horas de lograrlo, uno siente una mezcla de alivio y felicidad, con una gran dosis de miedo e incertidumbre. ¿Y ahora? ¿Soy plenamente feliz? ¿Me puedo morir tranquilo? La respuesta, obviamente, es no. Porque acabo de darme cuenta que uno llega a cumplir sus objetivos nada más que para tener uno nuevo para perseguir. Más largos, quizás. Más pretensiosos, también. Pero objetivos al fin. Y también uno se da cuenta que lo más importante no es llegar, sino saber mantenerse y poder disfrutar de eso que tanto se luchó para conseguir.
Con el alcance de un objetivo no se termina nada, al contrario, empieza la persecución de uno mucho más largo o complicado. En eso estoy, como todos en mayor o menor medida: buscando algún nuevo objetivo...