jueves, 31 de diciembre de 2009

Bajo tierra (en todo sentido)

Es una batalla dura, durísima. Seguramente una de las más duras que presencié en mi vida. Son multitudes que luchan cuerpo a cuerpo, que dejan su vida por salir airosos de esa atroz cruzada. Lo más llamativo es que esta contienda no entiende de género ni de edades. Hombres, mujeres, ancianos y niños a montones son partícipes, protagonistas, complices y víctimas de las peores salvajadas que puede hacer un ser humano.
La temperatura tampoco ayuda. El calor es extremo y la transpiración entremezclada de la gente sólo ayuda a hacer aún más espectacular el escenario. Es precisamente la temperatura la que exalta todavía más a los protagonistas, que con el único fin de conseguir su objetivo se olvidan de los buenos modales, del respeto y la tolerancia, dando rienda suelta a una vorágine sin control.
Sin esperarlo, casi de sorpresa, hace poco me encontré siendo protagonista de esta batalla. Pronto, comprendí el porqué de tanta crueldad. Es el propio desprecio que te hace sentir el enemigo el que hace sacar lo peor de vos.
Luego de insultos, empujones, golpes, improperios y maldades por demás, pude escaparme de la misma. Al salir por la puerta, la bocanada de aire fresco me hizo sentir que lo había conseguido. Luego de tanto, había podido por fin salir de la brutal disputa. Me sentí pleno, renovado. Había podido salir del subte en la estación deseada.

1 comentario:

  1. Viajar en subte en hora pico,es sin duda, una de las experiencias más abrumadoras que puede atravesar un ser humano y una de las más despreciables. Exceptuando que ese ser humano sea un filosofo y pueda atravesar la experiencia con tanta lucidez y desapego del mundo banal como el que describís en tu relato. celebro esta bocanada de aire fresco e interioridad vital.

    ResponderEliminar