
Hoy, a 41 años de la mayor tragedia que haya padecido el fútbol argentino, pocas son las certezas y muchas las dudas sobre lo que sucedió verdaderamente aquella tarde.
Llaman la atención las contradicciones que existen entre los propios sobrevivientes de la catástrofe; hay quienes dicen que los portones metálicos de la salida estaban cerrados o semi cerrados, aunque también existen aquellos que afirman que los molinetes no habían sido retirados y que eso fue lo que entorpeció la salida de la parcialidad boquense.
Lo cierto es que, hasta el día de hoy, la Justicia argentina no ha encontrado culpable alguno y la causa fue cerrada un año después del hecho. Los únicos imputados que tuvo el hecho fueron el Intendente y el capataz de Ríver, aunque fueron sobreseídos por la Cámara de Apelaciones apenas cinco meses después de la tragedia. También se levantó el embargo de 200 millones de dólares que pesaba sobre el club de Nuñez y todo quedó en la nada.
Actualmente, aquella puerta 12 se llama puerta L, y sigue teniendo la precaria iluminación que tenía esa tarde. Esa tarde donde la fiesta deportiva tuvo un terrible epílogo. Esa tarde donde la sangre y la muerte le ganaron al fútbol.
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