martes, 6 de julio de 2010

Ultima parada, La Noria


La gloria, aquella que todos anhelábamos, esa misma que imagino el hincha que propuso la frase que engalanó el micro argentino en Sudáfrica, con la que todo un pueblo soñaba volver a encontrarse después de 24 larguísimos años, volvió a brillar por su ausencia. Y nuevamente, el culpable visible de tal desilusión fue Alemania. Como en el 90, cuando Diego todavía brillaba en la cancha. Como en 2006, el día que Messi se quedó en el banco y Lehmann y su machete hundieron las esperanzas.
Esta vez, en el campo de juego no hubo equivalencias. Hubo dos equipos completamente distintos. Uno que sabía lo que quería, que fue en busca de ello y que tuvo armas para conseguirlo. Pavada de conjunción. El otro, un grupo de once jugadores dispersos, sin un eje que les marque el rumbo y que sufrieron el tremendo golpe de arrancar en desventaja casi desde el vestuario.
Iban apenas dos minutos cuando Schweinsteiger envió un centro letal, Otamendi perdió a Müller y el jóven del Bayern Munich cabeceó solo y cómodo para abrir el marcador. Era el principio del fin.
A pesar de la ventaja, Alemania siguió con la misma tónica y el partido se volvió un monólogo. Argentina no encontraba el rumbo y parecía que el 2 a 0 estaba al caer. Por el andarivel derecho de la defensa argentina, Alemania encontraba los huecos para lastimar. Con Podolski volviendo loco a Otamendi (fue amonestado y estuvo al borde de la expulsión) y un Schweinsteiger enorme que fue la manija del equipo alemán, el 1 a 0 con que terminó el primer tiempo fue más que mentiroso. Alemania estaba para golear.
Con la obligación de dar vuelta las cosas, el complemento encontró un cambio de actitud en el equipo argentino. De la mano de Mascherano y Tévez (los más sacrificados), Argentina fue al frente como pudo, siempre sin fútbol, pero con la actitud necesaria para crear situaciones. Fueron 15 minutos en los que el empate era una realidad casi palpable. Pero claro, el desperdicio de situaciones en el arco rival contra un rival de envergadura lo terminás pagando caro. Y fue así como Alemania convirtió el segundo...y el tercero...y el cuarto. Y dio la sensación de que si no hizo alguno más fue porque no quiso.
Enfrente, en equipo sin rumbo, que quedó completamente KO con el segundo golpe, justo cuando Diego se disponía (tardíamente) a mandar a la cancha a Pastore para darle algo de compañía al solitario e intermitente Messi.
Es por eso que echarle la culpa sólo a Alemania de la eliminación sería pecar seriamente de ignorante. Varios fueron los atenuantes que hicieron que el equipo se vuelva en esta instancia, y seguramente saldrán varios más a la luz con el correr de los días. Lo cierto es que el futuro de Maradona al frente de la Selección es incierto todavía. La mayoría de la gente quiere que siga y le demostró su apoyo incondicional en la llegada del equipo a Ezeiza, donde fue recibido por casi 20 mil personas, como si se hubiese ganado algo.
Será cuestión de esperar y seguir asimilando un nuevo golpe, otro más que se suma a una larga lista de decepciones que se vienen acumulando una tras otra. Parece que la gloria nos queda vez más lejos y que tendremos que seguir conformándonos con la actitud de algunos jugadores, que por supuesto, no alcanza.

No hay comentarios:

Publicar un comentario