viernes, 26 de marzo de 2010

Ningún huevón...



¿Quién iba a decir que el tan esperado y postergado Superclásico iba a tener un ganador tan claro? ¿Quién se animaba a predecir que el pálido Boca de Abel Alves iba a darle una lección de practicidad al no mucho mejor Ríver de Leonardo Astrada? Y, sobre todo, ¿Quién supuso que el héroe de la jornada iba a ser un ignoto, ni Riquelme, ni Palermo, ni Gallardo? La respuesta es, claramente, nadie.


Porque ni hasta el más optimista hincha de Boca iba a suponer que el encargado de darle los tres puntos ante el rival de toda la vida iba a ser Gary Alexis Medel. Sí, ese chileno que alternó buenos partidos con actuaciones para el olvido. Aquel que se destaca por su temperamento y polifuncionalidad, ya que varios fueron los puestos que ocupó desde su arribo al club de la Ribera. Él fue el autor de los dos goles que sirvieron como nebulizador para un Boca que venía ahogado por las críticas. El primero llegó tras un centro bajo sorpresivo de Riquelme y el segundo fue la coronación de una exquisita jugada colectiva. A esa altura, las palmas de los hinchas de Boca estaban moradas de tanto aplaudir y delirar con el trasandino, que vivió el clásico a mil por hora. Claro que eligió mal los rivales con quien meterse. Primero fue Gallardo, con quien discutió feo y de quien, además, ligó un mordiscón en uno de sus dedos. Para coronarla, le tiró una patada sin sentido (y sin pelota) a otro de los referentes riverplatenses, Matías Almeyda, y tuvo que irse a las duchas antes de tiempo, envuelto en una cortina de aplausos.


Pese al hombre de más, Ríver no encontró el camino para, aunque sea, preocupar un poquito a Boca. Funes Mori, la apuesta fuerte de Astrada, erró dos goles hechos y demostró que todavía le falta y mucho para ser el goleador que su equipo necesita. Canales no gravitó nunca. La defensa no se mostró segura y el pobre de Vega poco pudo hacer ante la pasividad de sus compañeros. Una vez más, para no perder la costumbre, los puntos altos fueron los históricos, Gallardo y Almeyda, que heridos en su amor propio intentaron torcer una historia que ya tenía el final cantado.


Por el lado de Boca, nuevamente Juan Román Riquelme demostró lo bien que le sientan este tipo de partidos, y se puso el equipo al hombro cuando hizo falta para mostrarle a Diego (espectador de lujo en su palco) lo que se está perdiendo. La dupla extranjera de centrales que tanto había sido cuestionada (Bonilla-Luiz Alberto), respondió correctamente. Y hasta Palermo, el interminable goleador, se animó a tirar algún que otro lujito para que los hinchas disfruten.


Para el final, llegaron las cargadas de los Xeneizes, quienes despidieron a sus primos con un jocoso "Chau RiBer", en clara alusión a la situación que vive el conjunto de Nuñez en la tabla de los promedios.


Lo cierto es que, más allá del resultado, ambos conjuntos volvieron a demostrar el bajo nivel que vienen atravesando y del que parecen no poder salir. Para Boca fue un poco de aire entre tanto humo. Para Ríver, un empujón más en la estrepitosa caída hacia lo más profundo.


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