
Un técnico que prueba variantes, rota nombres, saca jugadores indiscutidos e indulta a algunos borrados. Referentes que ayudan pero que no pueden ponerse el equipo al hombro. Pibes que pintan lindo pero que no están ni cerca de estar a la altura de estas circunstancias y terminan "quemándose". Hinchas que ya están cansados de recibir las cargadas de todo el mundo futbolero por su cercanía a la zona roja de los promedios. Un presidente que prometió sanar la economía tan deteriorada del club pero que se está olvidando de fútbol en sí.
En fin, esto es el Ríver de hoy, señores. Aquel que, con 33 títulos en su haber, se jacta de ser el más ganador del torneo doméstico. Aquel del gran Amadeo Carrizo, de Norberto Alonso y del inolvidable Enzo Francescoli. Aquella respetada y muchas veces envidiada institución hoy pugna por salir del pozo. Un pozo que parece no tener fondo y que predice que la caída recién está empezando. Decí que los primos de La Boca no andan mucho mejor. Si así fuera, la paciencia de los hinchas se hubiese acabado mucho antes...
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