viernes, 12 de marzo de 2010

Dos años sin humor



Aquel mediodía todo se paró. La noticia no tardó en expanderse y la conmoción y el estupor se apoderaron de cada uno de los argentinos que alguna vez nos reímos con sus ocurrencias. Aquel 12 de marzo de 2008 quedará para siempre como el día en que Argentina perdió a uno de los mejores humoristas de su historia: Jorge Guinzburg.
El fallecimiento se produjo luego de estar seis días internado en la Clínica Mater Dei, donde había ingresado por la fractura de una vértebra. Lo cierto es que hacía rato que el humorista padecía una infección pulmonar que desenvocó en un cáncer de pulmón, que lo hizo sufrir varias internaciones en los meses anteriores a su deceso. Hoy, dos años después, todavía quedan en la memoria sus personajes, su desfachatez y su istrionismo, carácteristicas que lo distinguieron durante su extensa carrera como artista.
Recién recibido del secundario, Guinzburg comenzó la carrera de Derecho en la Universidad de Buenos Aires, aunque al poco tiempo se dio cuenta de que no era lo suyo y decidió abandonarla para arrancar el Profesorado de Arte Dramático, mientras sobrevivía manejando un taxi.
Junto a Carlos Abrevaya, compañero del secundario, trabajaron en televisión con Juan Carlos Mareco y Cacho Fontana, hasta que entraron al staff de la revista Satiricón, donde Jorge empezó a desarrollar ese humor ácido que conquistó al público argentino.
Su primer gran éxito televisivo fue La Noticia Rebelde, programa que transformó el humor político argentino y dio paso a varios de los éxitos televisivos que hoy en día siguen en pantalla, como Caiga Quien Caiga. También escribió hasta el momento de su muerte, los guiones del famoso Diógenes y el linyera, un clásico de la contratapa del diario Clarín.
Más allá de su humor, Guinzburg tenía dos características inconfundibles y que inmediatamente llevaban a pensar en él: su poblado bigote y su fanatismo por el club Vélez Sarsfield. En cada uno de sus programas se encargaba de destacar su pasión por el club de Liniers y era un habitual concurrente a cada uno de los partidos del club de sus amores. Ese fanatismo lo llevó a viajar con la delegación velezana que en 1994 consiguió la Copa Intercontinental en Japón de la mano de Carlos Bianchi, con quien tenía una excelente relación.
Fue ese amor por Vélez lo que hizo que los fortineros pasen a considerarlo como un ídolo con todas las letras. Era sin dudas, el hincha de Vélez más famoso. Como prueba de esto, un mes después de su muerte, la dirigencia del Fortín decidió bautizar al remodelado sector para la prensa del estadio José Amalfitani con su nombre.
Hoy, dos años después, todavía parece resonar su inconfundible voz. La misma con la que hizo reir a varias generaciones y que quedará por siempre en la memoria de todos los argentinos.


2 comentarios:

  1. Me encantó..cada día mejor vos, no dejás de sorprenderme. Te amo lindo..para cuando nuestra larga historia? la sigo esperando.

    ResponderEliminar
  2. todos lo extrañamos, un gran conductor y un HINCHA de velez.

    ResponderEliminar