martes, 29 de junio de 2010

Fue sin querer queriendo *


Una victoria es una victoria. Más aún en una fase decisiva, en la que un mínimo error te puede dejar afuera. Sin embargo, queda la sensación de que el triunfo ante México no dejó el mismo sabor dulce que habían entregado los triunfos de la primera fase ¿Las razones? Principalmente dos: la primera, el grosero error de la terna arbitral italiana que le permitió a Argentina abrir el marcador de un partido que venía chivo, y la segunda, la merma en el rendimiento del equipo con respecto a los anteriores partidos, como llamado de atención teniendo en cuenta que se viene nada menos que Alemania, un equipo que no te perdona.
La propuesta de Diego Maradona para afrontar el partido de octavos de final fue prácticamente la misma que venía entregando, con algunos cambios de nombres. Buscando solidez defensiva, Nicolás Otamendi ocupó el andarivel derecho junto a Maxi Rodríguez, que sacó del equipo a Juan Sebastián Verón para darle un poco más de explosión y marca al mediocampo. Arriba, los de siempre, el tridente Messi, Tévez e Higuaín más las constantes subidas de Angel Di María.
De entrada quedó claro que México no se parecía en nada a los rivales que tuvo que sortear Argentina en la primera fase. Con un buen circuito en mitad de cancha y la velocidad de Hernández en la delantera, los de Javier Aguirre se le plantaron de igual a igual a los albicelestes y avisaron con un potente remate de Guardado que venció a Romero y terminó por estrellarse en el travesaño.
El equipo argentino no encontraba la pelota pero sí se iba a encontrar con el primero de los regalitos de la noche sudafricana. A los 26, el árbitro Rosseti no vio una clarísima posición adelantada de Tévez en el área chica y convalidó un gol increíble. Con el arquero vencido, Messi remató por arriba de dos defensores mexicanos que esperaban en el área chica y por atrás, más que solo, apareció el de Fuerte Apache, que cabeceó a la red y desató el festejo. Pero claro, al toque, la repetición del gol en la pantalla gigante del estadio hizo caer en la cuenta a los mexicanos y hasta al propio juez de línea italiano del gravísimo error que acababa de cometer, pero ya no había vuelta atrás. Rosseti corrió a la mitad del campo, con más vergüenza que otra cosa y los mexicanos perdieron los estribos. Márquez se olvidó del compañerismo en el Barcelona, sacudió a Messi y se ganó la amarilla.
A los 32 iba a llegar el segundo de los presentes que le tenían preparado al team de Diego. Osorio se contagió de la fiebre Messi y se creyó que él tenía la misma habilidad que Lío. En una salida, quiso ensayar una pisada y terminó por regalarle la pelota a Higuaín, que agradeció el regalo pisando la pelota sobre la salida de Pérez y decretando el 2 a 0, para comenzar a definir las cosas.
A partir de ahí, Argentina se hizo dueño del partido y México parecía quebrado. Sin embargo, los desacoples defensivos seguían apareciendo y Heinze tuvo que salvar dos veces en la línea la valla argentina.
En el comienzo del complemento, Tévez iba a dejar en claro que no sólo vive de regalos. Con un poco de fortuna se llevó la pelota ante la marca de dos mexicanos y sacó un fulminante remate que entró pidiendo permiso al ángulo izquierdo del arco del pobre de Pérez, que se estiró sólo para ser incluido en las instantáneas de la obra de arte de Carlitos. El 3 a 0 era mentiroso, pero el golazo de Tévez bien valió el aireado festejo de todo el equipo, incluido Diego y todo el banco de suplentes.
Llamativamente, con el 3 a 0 a favor, Argentina retrocedió y le cedió el balón al Tri. Para peor, Maradona mandó a la cancha a Verón por Tévez, que se fue refunfuñando contra el entrenador y el equipo se metió más atrás todavía. Messi tenía que bajar mucho para recibir la pelota y hacer un largo recorrido hasta el área rival, por lo que las ocasiones en lo que lograba ya no aparecían.
Sumado a esto, México logró el descuento porque Demichelis se durmió en la marca de Chicharito Hernández y el delantero de las Chivas no perdonó.
Pero hasta ahí llegó México. Lo que quedó de partido sirvió para que Messi tenga su chance de convertir, que Pérez terminó ahogando con una gran volada y para que Maradona comience a pensar en los ajustes que deberá hacer para enfrentar a Alemania, un equipo que seguramente no tenga preparados los mismo regalitos que sí tuvo México.
Con la clasificación a cuartos consumada, será tiempo de replanteo y análisis. Se viene Alemania y el márgen de error es cada vez menor. La prueba de fuego será el sábado, y Argentina tiene con qué afrontarla. Claro que, esta vez, tendrá que hacer más méritos y no depender de errores ajenos para seguir en carrera. Para que no sea sin querer. Para que esta vez sea queriendo.

*Nuevamente, créditos a la editora (tantas notas te hacen quedar seco de imaginación para titular).

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