sábado, 26 de junio de 2010

Tomá mate


Se enfrentaban la garra contra la velocidad, el temperamento contra la explosión. Era un partido donde chocaban dos estilos de juego bien definidos. Por un lado, Uruguay y su rica historia mundialista, que llegaba con la esperanza de alcanzar los cuartos de final después de 40 años. Del otro, Corea del Sur, semifinalista como local en 2002, que arribaba a esta instancia por primera vez fuera de su país.
En este contexto, fueron los uruguayos quienes tomaron la iniciativa del partido, basándose siempre en la potencia de sus dos figuras de ataque, Diego Forlán y Luis Suárez. Fue precisamente una combinación entre estos dos jugadores la que derivó en la temprana apertura del marcador. A los 8, Forlán amagó por izquierda y sacó un centro rasante, que ningún coreano supo rechazar y que encontró a su compañero de ataque por el fondo, para empujar la pelota y estallar en un grito.
Pero curiosamente, el haber marcado tan rápido terminó perjudicando el juego uruguayo, ya que los coreanos salieron obligados a empatar y los de Tabárez comenzaron a replegarse para evitar el tanto. Sin embargo, salvo un tiro libre de Park que dio en el poste derecho de Muslera, Corea no supo encontrar los caminos para inquietar la valla uruguaya y se fue al descanso en desventaja.
Para el complemento, la insistencia coreana no cesó, y finalmente un cabezazo de Lee a los 22 minutos le dio la merecida igualdad a los asiáticos. Nuevamente, la necesidad de un triunfo obligó a Uruguay a salir del fondo y volver a atacar como en los primeros minutos del encuentro. A los 34, Luis Suárez se iba a terminar de poner el traje de héroe al agarrar la pelota en el borde izquierdo del área coreana, enganchar para adentro y sacar un derechazo exquisito al palo izquierdo del arquero, que poco pudo hacer para evitar el segundo gol uruguayo.
Para los diez minutos que quedaban, la lluvia le puso un marco de emoción a un partido que no estaba cerrado. Corea fue con todo y encontró una defensa impenetrable, sobre todo en Lugano y Godín, que sacaron todo lo que les vino. La única duda de la defensa le pudo haber costado y mucho a Uruguay. Un gran pase de Ji Sung Park entre líneas encontró un hueco entre los centrales y dejó mano a mano a Dongook frente a Muslera, pero el remate salió débil y lo terminó despejando, cuándo no, Diego Lugano.
Con angustia, sufrimiento y mucha garra, Uruguay vuelve a disputar una serie de cuartos de final de un Mundial, como en 1970, cuando llegó a las semis. Como aliciente, cabe destacar que está en la llave más accesible, ya que en cuartos los charrúas se verán las caras ante Estados Unidos o Ghana, dos equipos más que ganables. Es por eso que el sueño está más vigente que nunca. Uruguay sigue con la esperanza de repetir las hazañas de 1930 y 1950, cuando se alzó con la Copa y le dijo al mundo entero que la Celeste también existe.

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