viernes, 11 de junio de 2010

Mucho ruido, pocas nueces


En la previa, olor a partidazo. De un lado, la poderosa Francia del polémico Raymond Domenech (aquel que dejó afuera de la lista a dos jugadores por ser de Escorpio). Del otro, la garra charrúa, la Selección de Oscar Tabárez, en lo que, a priori, se vislumbraba como uno de los choques más interesantes de toda la primera ronda.
Bastó sólo con observar los primeros minutos de juego para despertar del sueño. Imprecisiones, especulación por lo que podría llegar a hacer el rival y muy, pero muy poco juego fueron los factores comunes durante todo el partido. Del lado de Francia, apenas algunos esbozos de Ribery, que con su gambeta y velocidad logró llevar algo de peligro al arco uruguayo, sobre todo en la primera etapa. El resto, poco más. Con un Henry que arrancó en el banco y que cuando ingresó sólo tuvo un cabezazo que pasó cerca, Francia volvió a sufrir la falencia de gol, y dejo claro lo lejos que está de aquel equipo que triunfó en 1998 y que fue finalista en 2006, de la mano de un Zidane que cada vez es más extrañado.
Por el lado uruguayo, menos todavía. La falta de conexión entre los delanteros y el resto del equipo fue notable. Un mediocampo que nunca pudo dominar la pelota y que sólo apeló a tirarle pelotazos aislados a Forlán y Suárez (entre los dos sumaron una increíble cantidad de offside). Quizás el consuelo y lo único rescatable fue, una vez más, el temple y la lucha que entregó el equipo para arañar aunque sea un punto, sobre todo después de la expulsión de Lodeiro por doble amonestación. Esto obligó a Uruguay a replegarse en su campo y hacer que los minutos corran, para terminar dejando el resultado que mejor le quedaba al partido: 0 a 0.

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