jueves, 24 de junio de 2010

Siamo fuori


Era previsible. A pesar de contadas excepciones (Grecia en la Euro 2004 o el mismo Italia en 2006), los equipos que no arriesgan, no ganan. Y los italianos son el claro ejemplo de un equipo que no arriesga. Un equipo que se arma de atrás para adelante, basado en el histórico pero algo antiguo catenaccio, con la diferencia de que cada vez hay menos potencial defensivo y ofensivo para llevarlo a cabo. Ya no están los Del Piero, los Totti o los Maldini. Un Cannavaro casi retirado, Pirlo y Gattuso que juegan bárbaro pero que no se identifican ni un poco con el sistema de juego italiano y una llamativa falencia ofensiva son las principales razones por las que Italia se despide en primera ronda. Un equipo desgastado, oxidado.
Marcelo Lippi, aquel que había llevado a Italia a la gloria en el Mundial de Alemania, se hizo cargo de la temprana eliminación y ya dejó su cargo. Cesare Prandelli, ex técnico de la Fiorentina, será el encargado de reemplazarlo y de sacar a flote a una Selección que se cae a pedazos.
En su partido fatídico, aquel que lo terminó de eliminar, Italia se encontró con una sorprendente Eslovaquia, que necesitaba una victoria para cumplir la utopía de pasar a octavos. Con un Vittek más que inspirado, los eslovacos se llevaron por delante al Campeón del Mundo y atacaron como si estuviesen jugando contra un equipo de juveniles. Con dos goles del delantero, uno en el primero y otro en el segundo tiempo, Eslovaquia se pusó 2 a 0 y la cosa parecía liquidada, pero Italia, con el último remo que le quedaba, marcó el descuento a través de Di Natale y fue como pudo, con lo que le quedaba. Sin embargo, el gol de Kopunek, a los 42, terminó de sentenciar el destino de ambos equipos. El descuento de Quagliarella, con tiempo cumplido, sólo servirá para la estadística.
Eslovaquia, que asomaba como uno de lo más débiles del Mundial, terminó segundo y jugará ante Holanda en octavos. Italia se vuelve a casa con la necesidad de una lavada de cara para salir de este duro momento. Seguramente, la recepción en su país será muy distinta a la que tuvieron cuatro años antes, cuando volvieron con la Copa. Traigan policías, que bronca sobra...

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